Me he tomado mi tiempo para disfrutarlo, y es que estas pequeñas joyas requieren de ello. Requieren de buscar el momento para sumergirse en sus páginas y dejarse llevar. Y bien que lo consigue en este caso Virgilio , que nos transporta a ese anárquico orden, de esa ciudad al sur de Italia.
Se percibe en sus imágenes una bella ciudad decadente, donde el verbo vivir se conjuga de todas las formas posibles. En sus fotos se huele, se oye, se siente Nápoles.
Cuando cierras el libro te queda la sensación de haber estado allí ya, y es que esa manera de contar y transmitir que tiene Virgilio, son su sello personal.
En varios sitios he leído que en este arte de la fotografía nadie nace con el don. Pues discrepo. Virgilio es uno de esos que ha nacido con él. Alguna de las veces que he coincidido con él haciendo fotos, he sido testigo de como es capaz de intuir, ver y resolver un instante, sin que tú tengas tiempo ni a pestañear. El se lleva la foto en el sensor y tu no has sido consciente de nada.
Destaco también el buen hacer de mi también amigo Juan Carlos Santacana, que ha participado en el diseño y ha sido responsable de la impresión de este precioso libro.
Enhorabuena amigo Virgilio por este libro, que ya tiene un sitio de honor en mi pequeña biblioteca fotográfica.